La emisión de la señal audiovisual comienza en los centros de producción, donde se codifica el vídeo y el audio (y a veces datos asociados). A través de una red de recogida (también conocida como red de contribución), que suele consistir en una conexión punto a punto de fibra óptica, se lleva esta señal hasta la cabecera de red, un centro de telecomunicaciones en el que comenzará la distribución de la señal. En la cabecera de red se llevan a cabo varias actuaciones técnicas, entre las que destaca la multiplexación o unión de las señales recibidas para conformar el múltiple digital, en el que caben al menos cuatro señales o canales digitales.
Desde la cabecera de red hay que establecer un enlace hasta los centros de difusión, es decir, la parte final del transporte, unas enormes estaciones que entregarán las señalas a las antenas de nuestras televisiones. Este enlace o enlaces sólo son posibles a través de una red de distribución, que puede utilizar el satélite, las ondas terrestres, la fibra óptica, o una combinación de todos ellos.
La señal, en forma ya de múltiple digital, viaja a través de la red de distribución hasta llegar a los centros emisores o de difusión. A los pies de estos últimos se encuentran unas instalaciones que recogen las señales de la red de transporte y la pasan de nuevo por un filtro de conmutadores y transmisores, que preparan los múltiples digitales para su emisión en radiofrecuencia, enviándolos a lo alto de las torres, donde se ubican las antenas o sistemas radiantes. Finalmente, éstos emiten las ondas electromagnéticas que serán recogidas por las antenas situadas en las azoteas de nuestras casas y edificios y podremos encender el televisor.
Vía: Blogcmt
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